Abrí el cajón, lo mire, lo cerré, lo abrí, lo volví a cerrar. Eran de verdad, no había disfraces, ni mantas sucias. Miedo, Inquietud, Enojo, todos ellos en un mismo lugar. Miedo dejo escapar algo de su amargo sabor, como no temer, yo y ellos estábamos allí, ellos en mi, yo en ellos, todos, todos aquellos que aparecen en los días malos, a veces grises. Bronca me miro sonrío, se sintió fuerte, cuando el Miedo paso. Débil se asomo también, se acomodo en su rincón se acurruco, quiso pasar por desapercibido, pero era tarde yo lo había visto, y eso cambia el juego otra vez. Me enoje, y así Enojo salto nos miro, se peleo con Bronca, grito, puso esa cara tan única, que lo distingue de los demás. Todos se apartaron, no sé si hoy jugaba a mi favor o a mi contra, yo lo miraba, mientras las lagrimas caían sobre ellos, Llanto, corrió y corrió, abrazo a todos los que encontraba en el camino, estaba desesperado, corrió a la Tristeza que acepto su compañía.
Cerré el cajón otra vez. Mire para el otro lado y corrí, lejos, mas lejos, me quería ir, ganas de irme de mi misma. Ganas de estar en otro lugar, no ahora, no hoy, no enfrente de mi yo menos querido.
Que difícil, es jugar en contra de uno mismo, aunque no sea cuestión de ganar o perder, es estar hombro a hombro compitiendo por la misma nada de un mal día, por horas de risa, o por horas de enojo. Perdí, por eso me escape, tratando de escapar lo mas lejos posible en mi propio mar, inbancablemente yo. Cerré los ojos y me fui, esperando que con el sol o con la luna, empiece una nueva partida de un mismo juego o quizás uno distinto, donde vivir y complementar sea la solución
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