Perdida por la calle de un día que se asemejaba mucho a los que yo digo que son perfectos, buscaba la calle Córdoba, recién cuando abrí la “guía t” y me di cuenta que no tenia la menor idea de donde estaba parada, y que la calle que figuraba en el cartel enfrente mío estaba en el plano 18, el único donde no figuran colectivos. Entendí que estaba muy poco ubicada, no sabia cómo iba a llegar a mi casa. Me empecé a reír sola, no había nadie ahí para que piense que estoy loca, sin embargo es algo que siempre me causa gracia, cuando miro para todos lados y no se donde estoy y sigo caminando buscando algo que me lleve al lugar al que voy.
En un segundo mi cabeza se volvió para el sur, retrocedido semanas y meses hasta encontrarse con una Micaela que cuerpo a tierra pasaba debajo de unas plantas bastante pinchudas, adelante mío un hombre con una caja de pizza en la mano(donde no había una pizza si no milanesas),su estado era desopilante igual que el mío y una mujer que buscaba un camino que había recorrido hace un par de años en sus tiempos de montaña., parece un película cómica, pero tan solo éramos tres personas que querían llegar a un lugar que solo una conocía. Ese día a pesar de que después de unos minutos de estar perdidos termine patinándome con mochila y todo unos 3 metros en bajada, fue uno de los días más graciosos de mis vacaciones. Ella diciendo que estaba orientada y nosotros dos siguiendo a una aventurera de alma. Nos demoramos, nos embarramos, rompimos maderas, escuchamos árboles y nos reímos de nosotros mismos… pero llegamos a donde queríamos.
La cuestión, es que acá estoy sentada en la computadora de mi casa, después de pensar y vagar por esas calles en las que no estoy acostumbrada. La filosofía del perdido es mucho mas fácil de lo que pensaba, supongo que porque la puse en practica en muchas situaciones a causa de mi insistencia en ser despistada con todo lo que me rodea. Incluso hasta en estos meses donde estoy tan perdida mentalmente que me vuelvo parte de una persona, pero no soy enteramente ella. Sé de donde salí, sé a donde voy y aunque en el camino me pierda, siempre con lógica e intentando puedo encontrar la manera de llegar sin importar el camino que recorra.
Volví a mi casa, cuando vi la casa rosada, (debo de confesar que nunca me dio alegría verla, pero por fin le encontré una utilidad mas que ser un edificio lleno de políticos ambiciosos) lo primero que se me ocurrió fue el subte, pero la casualidad de ver el colectivo 126 me ahorro un viaje bajo tierra asfixiante, y a cambio me subí a un colectivo que iba lento y me dio tiempo para pensar, que la solución era perderme... así de una vez entre tantas cosas, por fin podía encontrar algo muy mío, el delirio y la risa.
En un segundo mi cabeza se volvió para el sur, retrocedido semanas y meses hasta encontrarse con una Micaela que cuerpo a tierra pasaba debajo de unas plantas bastante pinchudas, adelante mío un hombre con una caja de pizza en la mano(donde no había una pizza si no milanesas),su estado era desopilante igual que el mío y una mujer que buscaba un camino que había recorrido hace un par de años en sus tiempos de montaña., parece un película cómica, pero tan solo éramos tres personas que querían llegar a un lugar que solo una conocía. Ese día a pesar de que después de unos minutos de estar perdidos termine patinándome con mochila y todo unos 3 metros en bajada, fue uno de los días más graciosos de mis vacaciones. Ella diciendo que estaba orientada y nosotros dos siguiendo a una aventurera de alma. Nos demoramos, nos embarramos, rompimos maderas, escuchamos árboles y nos reímos de nosotros mismos… pero llegamos a donde queríamos.
La cuestión, es que acá estoy sentada en la computadora de mi casa, después de pensar y vagar por esas calles en las que no estoy acostumbrada. La filosofía del perdido es mucho mas fácil de lo que pensaba, supongo que porque la puse en practica en muchas situaciones a causa de mi insistencia en ser despistada con todo lo que me rodea. Incluso hasta en estos meses donde estoy tan perdida mentalmente que me vuelvo parte de una persona, pero no soy enteramente ella. Sé de donde salí, sé a donde voy y aunque en el camino me pierda, siempre con lógica e intentando puedo encontrar la manera de llegar sin importar el camino que recorra.
Volví a mi casa, cuando vi la casa rosada, (debo de confesar que nunca me dio alegría verla, pero por fin le encontré una utilidad mas que ser un edificio lleno de políticos ambiciosos) lo primero que se me ocurrió fue el subte, pero la casualidad de ver el colectivo 126 me ahorro un viaje bajo tierra asfixiante, y a cambio me subí a un colectivo que iba lento y me dio tiempo para pensar, que la solución era perderme... así de una vez entre tantas cosas, por fin podía encontrar algo muy mío, el delirio y la risa.
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